¿Alguna vez creíste que las cosas eran de una forma, y luego descubriste que no eran así, y estabas en un error? La mente tiene gran capacidad para engañarse a sí misma. Así, lo que ahora parece un problema podría ser parecido a una ilusión óptica, que aunque parece real, es sólo una fabricación mental, una percepción errada. Así mismo, el supuesto problema podría ser en realidad un ACERTIJO que te llevará a descubrir algo nuevo. Puede ser un aliado, siempre y cuando estés dispuesto a cambiar tu manera de verlo, resistiendo la tentación de juzgarlo prematuramente de manera negativa.
Todo problema es una pregunta, y su solución es la respueta a esa pregunta. Cuando no se ha formulado bien la pregunta, es poco probable tener una respuesta de alta calidad. Sin embargo, cuando la pregunta es precisa, facilita la percepción de una respuesta/solución que sea clara y aplicable. Tal como ingresar las palabras adecuadas en un buscador, la calidad de la pregunta es determinante para la respuesta que se obtenga como resultado.
Al formular las preguntas adecuadas, un “problema” se puede convertir en un catalizador para des-ocultar información previamente oculta. Visto de esta manera, ningún problema es bueno o malo en sí mismo; todo depende del significado que se le dé.
Por ejemplo, el problema puede ser: “quiero aprender a tocar el violín pero no tengo tiempo para hacerlo”. Ahora, si lo conviertes en pregunta podría decir: ¿en qué momento podría y estaría dispuesto a dedicar un poco de tiempo a practicar violín? ¿dónde es el mejor lugar para ello? ¿quién podría ser mi mentor? ¿Qué propósito tengo? ¿para qué realmente quiero aprender violín? ¿qué necesidad esencial estaría atendiendo al tocar ese instrumento? ¿Qué otras cosas están ocupando mi tiempo? ¿Por qué esas “otras cosas” están siendo más importantes que el violín?.
Si es un problema de salud, tal como una enfermedad, algunas preguntas que se podrían derivar son: ¿qué me impide esta enfermedad? ¿a qué me obliga? ¿qué cambios en mi manera de pensar, sentir y actuar agravan los síntomas? ¿cuáles los reducen? ¿qué tan dispuesto estoy a cambiar? ¿cuál es la OPORTUNIDAD que esto representa?. Esta última pregunta merece especial atención, pues es útil ante cualquier problema. Sólo esa pregunta podría ser suficiente para movilizar un mayor entendimiento de tu situación.
Todo problema trae consigo la oportunidad de indagar cuál es el escenario que preferirías crear, que no es lo mismo que el deseo de librarte del problema. En este último caso, el foco estaría en lo que NO quieres, en vez de lo que SÍ quieres. Querer curarte de tu enfermedad no es lo mismo que fijarte como propósito “estar en perfecta salud”. Querer que se resuelvan los conflictos con tu pareja no es igual a apuntar hacia una relación de alta calidad. Pensar en reparar tu automóvil no es lo mismo que pensar en el tipo de auto que quieres tener y actuar de manera consistente para conseguirlo. Querer bajar de peso no es igual a trabajar para ponerte en forma.
Ya tienes la idea. Las preguntas abren una puerta de reflexión y contemplación, lo que puede conducir hacia una mayor claridad de tu situación y conocerte más a ti mismo. No es necesario forzar las respuestas; son sólo preguntas para contemplar, que en la medida que se van respondiendo ayudan a descubrir nuevos recursos a tu disposición.
Ejercicio práctico:
Identifica algo que consideras un problema actual, ya sea en tu vida personal, profesional, en tu salud, en tus relaciones, en el propósito de tu vida, etc.
Escríbelo en la parte de arriba de una hoja. Luego, enuncia por escrito todas las preguntas que derivan de él. No importa si no sabes las respuestas. Lo importante es FORMULAR las preguntas.
A continuación contempla estas preguntas, todos los días, lo que puede abrir puertas de auto-descubrimiento que no habías imaginado antes. Te sugiero incluir en tu lista la “pregunta maestra”: ¿cuál es la OPORTUNIDAD que esto representa?.