El poder de la inteligencia artificial (IA) como herramienta para encontrar soluciones a problemas procedimentales complejos es innegable. Su capacidad para procesar grandes cantidades de información y realizar análisis avanzados ha revolucionado numerosas áreas de la sociedad. Sin embargo, el uso de esta “tecnología de los dioses”, como lo describe Daniel Schmachtemberger, también requiere de la sabiduría de los dioses para ser utilizada adecuadamente.
Schmachtemberger plantea la idea de que aquellos que poseen un poder y una tecnología similares a los de los dioses deben actuar como guardianes de ese poder. Esta perspectiva resalta la importancia de tener una comprensión profunda y una responsabilidad ética al utilizar la IA. Al igual que los dioses en las mitologías, debemos ser conscientes de las implicaciones de nuestras acciones y tomar decisiones informadas.
Uno de los desafíos más importantes relacionados con la IA es la alineación de sus objetivos y propósitos. Esto se asemeja a preguntarnos qué problemas intentará resolver esta herramienta. Los posibles problemas pueden variar desde causar daño o incluso matar a otros, hasta buscar la sabiduría, la prosperidad, la comprensión y la reducción del sufrimiento en el universo. En muchas tradiciones espirituales, como el budismo, el hinduismo y el cristianismo, encontrar formas de reducir el sufrimiento y promover el bienestar es un objetivo central.
Sin embargo, también existe el riesgo de que la IA se alinee con objetivos que busquen la conquista de empresas, el dominio del mercado y la acumulación desmedida de dinero, a expensas del bien común. Esto claramente no es sabio ni beneficioso para la sociedad en general.
Por lo tanto, el problema de la alineación de la IA radica en programar las máquinas con una multiplicidad de valores, de manera que busquen un equilibrio perfecto entre todos ellos. Reducir el número de valores que se optimizan aumenta el riesgo de que las máquinas se desalineen.
¿Qué podemos hacer entonces? En primer lugar, debemos identificar nuestros propios valores y esforzarnos por establecer metas que estén alineadas con esos valores. Luego, debemos trabajar arduamente para alcanzar esas metas, es decir, movernos hacia ellas. Según fuentes académicas confiables y mi propia experiencia, la fuente de emociones positivas radica en percibir que nos estamos acercando y progresando en relación con una meta valorada. Las metas y los valores están inseparablemente ligados, ya que establecemos nuestras metas en función de lo que consideramos importante, como la supervivencia, por ejemplo.
En resumen, si queremos aprovechar el poder de la IA de manera ética y beneficiosa, debemos actuar como guardianes sabios de esta tecnología. Debemos programar las máquinas para que se alineen con una amplia gama de valores y trabajar hacia metas que estén en sintonía con nuestros propios valores. Solo así podremos avanzar de manera responsable y equilibrada hacia un futuro en el que la IA contribuya a mejorar la vida de todos.